Había una vez un puntico que vivía muy contento. Su vida transcurría a lo largo de una línea que se extendía hacia adelante y hacia atrás, de tal manera que en cualquier posición que el puntico se encontrara, siempre podía divisar un destello luminoso en la lejanía, como lo hace quien se encuentra en el medio de un extenso túnel. Por más movimientos que efectuara tratando de alcanzar la luz que se veía a ambos extremos, no era posible llegar a ella y un buen día le pareció que su existencia podía ser más variada si se quitaba esas horribles tapas que le bloqueaban la visión hacia los lados; aunque se sentía inseguro porque le parecía que, al deshacerse de esas anteojeras que siempre había tenido, se le podría dañar la vista.
Después de mucho cavilar, y a pesar del susto, decidió quitárselas, y ¡Oh maravilla!, la visión de un simple destello luminoso al final del túnel se convirtió en un ambiente iluminado, que, aunque lejano, le brindaba claridad por todos los costados.
Disfrutó de la nueva sensación de libertad que le brindaba el deambular en todas direcciones por una superficie abierta, hasta que un buen día sintió que algo le aguijoneaba la cabeza.
Como nunca había aprendido a moverla fuera del plano horizontal, un dolor inmenso le hizo abstenerse de averiguar la causa, hasta que la insistencia del continuado aguijoneo le hizo arriesgarse a rotar hacia arriba su cabeza, a pesar de las molestias. Y ¡Oh maravilla de maravillas! Se encontró con que, a medida que la iba subiendo, el resplandor de luz se ampliaba, hasta lograr una infinita claridad, allí no más, frente a sus ojos.
El pequeño puntico de luz que contemplaba cuando viajaba por la línea era tan diminuto, comparado con la brillantez de este nuevo espacio abierto, que lloró de alegría por la libertad lograda, al haber permitido que su visión se desplazara en todas direcciones.
Aunque por momentos añoraba la seguridad que le brindaba la oscuridad tranquila de la vieja línea, o la penumbra tenue cuando vivía en el plano, una sensación de dicha le llenaba el alma al saberse envuelto por una luz intensa que le brindaba una bella libertad de movimiento.
(Juan Adrián Karca - concienciaahora.com)
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